Un vals, una banda sonora de dibujos animados, de cine
mudo, música Japonesa, Balcánica, de Jazz… Todo esto y cualquier otra melodía que
se te pueda ocurrir aderezada por la magia, es lo que llevan a cabo los
integrantes de El Show de Dodó. Un
proyecto músico–teatral de ensueño, donde se recrea un ambiente de cuento en el
que todo se hace posible. Es como tele transportarte a un lugar imaginario
donde la fantasía es el único camino viable para la existencia. A ese lugar nos
llevan de la mano: Marina Sorín y Luca Frasca, dos músicos de conservatorio que
han sabido poner sus conocimientos y su arte, al servicio de los seres humanos que
necesitamos un espacio donde refugiarnos y sentirnos en comunión con otros
seres del universo, sin los peligros a los que nos tienen acostumbrados en el
mundo real. Este lugar en el que levitas por el decorado de Alicia en el País de las maravillas con la banda sonora de tu vida, se convierte
en tu jardín Zen donde ni siquiera necesitas palabras para comunicarte, sólo sonidos
guturales, expresión corporal y música. El público aprende rápidamente el nuevo
lenguaje e interactúa con el Show de Dodó,
en este país imaginario en tecnicolor lleno de lucecitas de colores, donde las
teclas del piano suenan también percutidas por naranjas, cocos o plátanos y al
finalizar la melodía, estas frutas son ingeridas por el artista que les ha dado
una nueva misión en sus vidas, pues ellas nunca hubieran imaginado que su
cuerpo sirviera para crear música. Así suena el piano de Luca Frasca –sombrero
y sonrisa inseparables– y el violonchelo de Marina Sorín –pelo revuelto y enormes
ojos–, dos duendes salidos de El Sueño de
una noche de verano, que empiezan a tocar en el bosque y llegan hasta la
casita de chocolate donde las hadas les esperan para bailar juntos, bajo el enorme
influjo de la luna.
Luca
también nos deleita con el acordeón y Marina con el phonofiddle (violín trompeta), todo tan bucólico que para romper ese
remanso de paz, irrumpe con fuerza la batería de Coke Santos –estrelladas gafas
blancas y peculiar sentido del humor– que con sus ritmos y toques de calabaza
pone un poco de realidad a todo este sueño. Nacho Mastretta –sombrero y
chaqueta de la misma tela– y Joshua Díaz
–la ternura personificada– se suman a esta locura con sus clarinetes para hacer
el viaje todavía más evocador, si cabe. Aparece un trombón de varas delante de
Norman Hoge y una trompeta con David Herrington para hacernos las delicias de este
imaginario País en el que un desfile de músicos, propios de Nueva Orleans, te
acompañaran en tus pensamientos y te devolvieran a la realidad una vez
terminado el concierto.
Quizá el Show de Dodó, sea esa puerta del espacio–tiempo,
que sólo se abre al escuchar su música. Te invito a que vengas a este lado de
la otra dimensión y empieces a ver el mundo bajo la perspectiva de Dodó, con sus colores alterados y todo
mucho más intenso, brillante y llamativo.
¡Bienvenidos a la ciudad de Dodó!
¿Crees que es necesario para el ser humano poder estar
en otros espacios donde no reine la cotidianidad?
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