El informe Pelicano
“La causalidad es la ley física de la causa/efecto. El azar no existe,
nada ocurre por casualidad porque todo tiene una o múltiples causas y así es
perfecto. El caos es aparente, porque revela una nueva forma de orden, el orden
que proviene del desorden”.
Cada paso que se da en
la vida tiene una consecuencia, de ahí que las casualidades no existan, sino al
contrario, ya que son las causalidades
las que actúan como efecto de cada situación, pues provienen de una causa
concreta que las originó. Pondré un ejemplo:
Como vivo a cuarenta kilómetros de Madrid, los
viernes por la noche cuando salgo del teatro donde actúo, me quedo a dormir en
casa de una de mis hermanas que tiene un piso en el centro de la ciudad. El
viernes pasado no fue distinto, pero a la mañana siguiente mientras desayunaba,
se me ocurrió mirar por la ventana de la cocina –cosa que no hago nunca– y algo
llamó mi atención. Un hombre de mediana edad y con pinta de ejecutivo, rompía
papeles al lado de una de esas papeleras que pone el ayuntamiento en las
aceras, allí mismo introducía los pedazos en los que se estaba quedando aquel
escrito. Me llamó la atención el especial ahínco que ponía ese señor en romper
algunos de los trozos, hasta que los convirtió en millonésimas partículas de
papel.
Hasta ahí todo habría sido más o menos normal,
si no fuera porque el hombre parecía preocupado, miraba continuamente de un
lado a otro y cuando terminó la tarea, se sentó en su coche –que tenía aparcado
ahí mismo– y habló por teléfono.
Por mi condición de actriz y escritora, busco en
los comportamientos de la gente, debilidades que me trasmitan sentimientos para
después poder reproducirlos en la creación de mis personajes. Así que al ver
esta escena tuve la sensación que lo que estaba haciendo este señor no debía de
ser muy limpio.
Pude hacerle una foto –lo pensé– pero en
realidad a mí me daba igual lo que el hombre hiciera, de hecho vi con total
claridad la matrícula de su coche y ni siquiera la memoricé.
Cuando bajé a la calle, el sol estaba dando de
pleno en la acera y decidí cruzar a la de enfrente, en ese momento me di cuenta
que tenía ante mí la papelera que había visto unas horas antes por la ventana. Dada
mi curiosidad innata se me ocurrió mirar dentro y ¡voilà!, mil pedacitos de
papel descansaban colocados encima de una cartulina de publicidad. Esta última ayudaba
a que aquellos trozos estuvieran más cerca de la superficie y así yo no tuviera
que hacer mucho esfuerzo en cogerlos y guardarlos en mi mochila. Fui consciente
que quedaban más pedacitos en el fondo de la papelera, pero no me apetecía
rebuscar entre la basura. Realmente no los quería para nada, pero me hizo
gracia tener la posibilidad de descubrir lo que ocultaba aquel hombre.
Cuando llegue a mi casa –más de una hora
después– ya se me había olvidado todo el incidente, pero al deshacer la mochila
vi el puñado de papelitos y sentí la necesidad inmediata de unirlos. Siempre he
sido una forofa de los puzles, durante una época de mi vida fue mi pasatiempo
favorito y los construía de hasta cinco mil piezas y en 3D. En ese momento me vino
a la memoria las imágenes de aquellas tardes eternas armando puzles, y por unos
minutos fui feliz.
Mientras pegaba con celofán los trocitos, pensé
que este señor nunca se habría imaginado que alguien completamente ajeno a él hubiera
observado todo su periplo. Me entristeció pensar en la cantidad de esfuerzo que
hizo para no ser visto –desplazándose en coche hasta el lugar–, para que al
final cualquiera hubiera podido ver toda la acción como si de una película se
tratara, desde una ventana sin ni siquiera hacer el esfuerzo de asomarse.
Si el
hombre hubiera tirado los papeles sin más y se hubiera marchado, nunca habría
llamado mi atención. Porque el modo en que las personas actuamos en cada momento,
nos delata y eso es lo que hace que el destino varíe; la causalidad.
La manera en la que este señor se comportó en
una actividad tan cotidiana, me hizo especular con la idea de que no se trataba
de algo legal. Primero pensé que podría ser un político destruyendo pruebas,
después que eran cartas de amor de una amante, pero cuando llegué a casa y vi
que eran resguardos de Visa, supuse que algún ejecutivo estaba destruyendo los
tickets de las compras personales pagadas con la tarjeta de empresa, aunque
recapacitando me pareció absurdo, pues los movimientos aparecen en el extracto
del banco y en su empresa se podrían enterar fácilmente. Como seguí con
curiosidad, decidí recomponer el puzle entero para ver de qué se trataba.
Efectivamente no estaban todos los fragmentos y además estoy segura que aunque
hubiera cogido hasta el último papelito que yacía en aquel recipiente urbano,
no habría encontrado la totalidad de las piezas, pues creo que deliberadamente aquel
hombre tiró trozos de papel en diferentes lugares para que nadie los pudiera
juntar.
Mientras yo intentaba terminar el rompecabezas con el material que tenía, imaginé
lo que podría pensar ese señor de mí, si me viera en aquel momento. No
entendería lo friki que puede llegar a ser
una persona que hace este tipo de cosas sin tener ningún interés especial, más allá
de la simple curiosidad.
La verdad es que nuca podrás saber quien te
observa, ni hasta qué punto a alguien le puede apetecer perder su tiempo distrayéndose
con tu vida, sin esperar conseguir nada a cambio, simplemente por puro
entretenimiento.
Quizá hubo más gente que se divirtió
observándonos a los dos desde el edificio de enfrente, eso nunca lo sabremos.
Reconozco que disfruté haciendo aquello y recordé
porqué durante años estuve perdiendo tardes enteras montando aquellos puzles.
Poco a poco las mini piezas empezaban a tomar
forma y pude ver claramente algunos datos importantes, como por ejemplo un
nombre y dos apellidos. Me resultó curioso darme cuenta que precisamente la
parte de los papeles donde aparecía el nombre de aquel señor, era la que él se
había entretenido en cortar en millones de pedazos. Aunque como suele ocurrir
–según la ley de Murphy–, dos o tres pedacitos con el nombre se escaparon de la
guillotina.
La curiosidad me siguió picando y decidí buscar
a semejante personaje en Google –el ojo que todo lo ve–, aparecieron unos
cuantos perfiles en redes sociales con el mismo nombre y apellidos, pero
clicando en una de ellas vi claramente una foto suya. ¡Te pillé! –pensé–, le
había cazado, en ese mismo instante le tenía delante de mi, con sus gafitas y
su pelo cano, ¡era él!
Trasteando en su perfil, me enteré de donde
trabaja y por consiguiente deseché la hipótesis del político corrupto, también descarté
la opción de la tarjeta de empresa pues las cantidades de las compras eran
demasiado pequeñas como para estar tan asustado, supuse entonces que la opción de
la amante era la más valida.
Vi en los tickets que la mayoría de los pagos
se habían hecho en una ciudad española donde él había cursado sus estudios universitarios,
y otros cargos eran de un pueblo cercano a esa ciudad. Utilizó dos coches, uno
de gasolina sin plomo y otro diesel, y es que la mayoría de los recibos eran de
estaciones de servicio. ¿Quien tendría interés en eliminar facturas de
gasolina?, eso es una de las cosas que prácticamente todo el mundo puede colar
en la declaración de la renta, ¿entonces porqué destruirlas?
Seguí mirando –mi curiosidad es infinita– y vi
que nuestro protagonista había pasado en aquel pueblo tan sólo tres días, desde
el miércoles hasta el viernes noche. La cosa se iba aclarando, el hombre
acababa de regresar a Madrid y antes de llegar a casa quería destruir aquellas
pruebas que evidenciaban su paso por esa comarca –concretamente la misma donde
se graduó en la universidad–. Lo curioso es que desde hace seis meses su
trabajo lo desarrolla en la zona noroeste de Madrid y aquel hombre había desaparecido
tres días laborables de la oficina.
Uniendo piezas del rompecabezas y datos de las redes
sociales iba encajando toda una historia. No había facturas de hotel, pero sí un
ticket de IKEA y otro del MacDonald´s. Esto me hizo sospechar; ¿a quien le
apetece conducir durante cuatro horas y media para comprar algo en IKEA y terminar
comiendo en una cadena de comida rápida? Por la cantidad que pagó en el
restaurante: 23,80€ pudieron comer hasta tres menús, sobre todo si uno era
infantil. Es decir que probablemente había un niñ@ en aquella historia, incluso
me atrevería a decir que ese niñ@ era el causante de todo el agobio que tenía
el señor, si no qué sentido tendría destruir aquellos recibos una vez de
regreso a Madrid.
Mis averiguaciones me han llevado a esta
hipótesis final: Señor de mediana edad, con buen trabajo, buen sueldo y buen
coche, que probablemente vive en una buena casa de la sierra madrileña, y
también probablemente tiene una buena familia. A pesar de todo eso,
presuntamente no es feliz y por ello se mete en una relación sentimental con
una mujer a la que deja embarazada. Todo se le ha ido haciendo una pelota cada
vez más grande, y ahora ya no sabe cómo solucionarlo porque definitivamente se
le ha ido de las manos. Se escapa tres días de un trabajo en el que sólo lleva
seis meses y se va a cuatrocientos y pico kilómetros para visitar a su hij@, al
que termina invitando a comer en un Mácdonald´s, de la misma ciudad donde él
también se crió. Este señor que presuntamente tiene una doble vida y rompe las
pruebas que le incriminan, nunca se imaginará que alguien completamente anónimo,
lo sabe todo.
Bueno, casi todo. Aún me queda por averiguar
qué hacía aquel hombre en ese céntrico barrio de Madrid, porque si hubiera
elegido cualquier otro lugar, ahora yo no estaría contando esta historia.
Y como la curiosidad mató al gato, he cometido
un error grave en mis pesquisas: haberle solicitado amistad en una de esas redes
sociales. Espero que no me acepte, porque como sea igual de curioso que yo y meta
mi nombre en San Google, se va a encontrar con este post. Espero no haber dado
en el clavo con mis infantiles suposiciones, vaya a ser que como en la película
El informe Pelícano, me esté metiendo
en un lío por la tontería de pasar un rato de aburrimiento. Pues sólo me
faltaba que a partir de ahora me empezaran a perseguir por la calle para
arrebatarme el MacGuffin, que según
Hichcock no es más que el pretexto para crear suspense, y que en este caso son esos
pequeños papelitos, que por cierto siguen en mi poder.
Buen argumento para un thriller ¿No os parece? ¿Qué,
rodamos la película?
¿Crees que la gente que se cruza en tu camino
es para algo concreto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario