La Correspondencia de España
28/07/1.911
“Mauricio Larra y Arturo La Riva, dos de los insignes actores
españoles, se disponen a reanudar la serie de triunfos que en este invierno han
compartido. Llevan una excelente compañía, en la cual figuran los artistas
siguientes: Clotilde Chico, Amalia Sánchez, María Hurtado, Guadalupe Sampedro,
Enriqueta Martí, María Valentín, Pilar López, Sagrario Villamar, María Pérez Fe, y los Sres. Larra, Riva, Ramiro
de la Mata, Pastor, Pacheco, Benedicto, Aguirre, Alcalá, Arifto, Sancho y
Villares. La compañía hará una temporada en Vitoria, donde inaugurará sus
tareas dentro de dos ó tres días, y después otra larga temporada en Bilbao.
Para esta campaña veraniega, que seguramente ha de ser felicísima, cuentan
Larra y La Riva con los siguientes estrenos: Mi rima eterna, de los Álvarez
Quintero; Primavera en otoño, de Martínez Sierra; El idilio de los viejos, de
Cavestany ; El Gran Carracedo, de José Romeo; El buen demonio, de Linares
Rivas; La mamá política, de Ramos Carrión; El murguista, de Pérez Zúfiig; La
ciclón y La luna de miel, de Emilio Mario; El hongo de Peres, de Barbadillo y
Lepina; Del mismo tronco, de Enrique Pelay; Canción de cuna, de Martínez
Sierra; Los del garrotín, de Tellaeche y Noriega; El amo, de Sotillo, y El
capitán Marín, de Eusebio Blasco. Para toda la temporada de otoño é invierno
tienen Larra y La Riva compromiso de trabajar en Eldorado, de Barcelona, y para
entonces reforzarán notablemente su ya excelente cuadro de compañía." ¿A
quién llevarán á Barcelona como primera actriz? Es un misterio aún, porque las
negociaciones con Enriqueta Palma, cuando ya parecían ultimadas, han fracasado,
y respecto de Josefina Cobecha, que había ya firmado el contrato con Larra y La
Riva, ahora se asegura que está dispuesta a rescindirlo y que debutará en el
Coliseo Imperial. Lo único seguro es que Larra y La Riva sabrán, como siempre,
conquistar el aplauso y simpatía del público, haciendo á la vez arte y dinero.
No es en ellos una novedad”.
Hasta
los once años crecí con mi abuela, la actriz Sagrario Villamar, la recuerdo
perfectamente. Al principio ella vivía con una de mis tías y más tarde con
nosotros. Yo me quedaba muchas noches a dormir en su casa y recuerdo que por el
día, mi abuela era jovial y dicharachera pero cuando llegaba la noche y se
acostaba, yo la veía como una anciana decrépita. Dormíamos juntas en la misma habitación,
y yo desde la cama de al lado le preguntaba: “¿Abuelita, porqué de día hablas
normal y dices “San José” con total claridad y por la noche dices “Chan Choché” y
se te meten los labios para dentro? Mi tía y ella se reían a rabiar por la
ocurrencia de la niña, pero yo seguía sin comprender aquel comportamiento tan extraño
en mi abuela. Hasta que un día descubrí en la mesilla de noche que nos
separaba, un vaso de cristal que contenía agua y una dentadura dentro. Este
hecho me provocó un susto tremendo y entonces mi abuela me explicó que cada
noche se quitaba los dientes y los metía en un vaso para lavarlos. Yo me quedé
alucinada, no entendía cómo podía hacer aquella magia, y pensé que mi abuela
era especial.
Me encantaba estar con ella y que
me contara millones de historias de la guerra, de la postguerra y de cómo veía
el mundo. Incluso me enseñaba canciones populares o de zarzuela, incluso un
pelín picantes para la época, como por ejemplo: la canción "El pai-pai"
de la zarzuela "El perro chico".
“Las muchachas que están en Manila/ llevan siempre en la mano un
pai pai,/ que el pai pai en Manila se estila/ y en Samalacay! ¡Ay, que se me
cai!/ Porque allí hace un calor superior./ ¡Qué calor, qué calor, qué calor!/
¡Ay, qué fresquito, quito, quito, ay,/ me da el pai pai,/ me da el pai pai!/
¡Ay, qué riquito, quito, quito, ay,/ es el pai pai, es el pai pai!// Los
vestidos que allí siempre usamos/ son de nipis, encaje y bolay,/ que sin duda
para estar fresquita/ cosa igual no hay./ ¡Ay, que se me cai!/ Y los días de
mucho calor/ en el baño se pasan mejor./ ¡Ay, qué fresquito, quito, quito,
está,/ qué gusto da,/ qué gusto da!/ ¡Ay, qué riquito, quito, quito, ay,/ es el
pai pai, es el pai pai!/ El pai pai que en Manila se estila, es de Salamancay.
Ay que se me cai (gesto pícaro de inclinarse)/, hay que fresquito quito quito
da, qué gusto da, qué gusto da/. Hay que fresquito quito quito, es el airecito
que da el pai pai/, con el pai, pai pai, ay que se me cae, pai, pai, ay que se
me cae…”.
Muchos años después que mi abuela muriera, descubrí
que tanto ella como mi abuelo, habían sido cómicos de la legua y por eso cada
uno de sus hijos había nacido en una ciudad distinta. Este hecho nos lo habían
ocultado toda la vida a mis hermanos y a mi, llegando a decirnos que mi abuelo
había sido abogado (también fue actor) y ella ama de casa. Se llamaba Sagrario
Villamar y creo que es el Ser humano que más me ha querido y con el que más me
he sentido identificada. De hecho creo que desde algún lugar del universo,
Sagrario sigue velando por mí y se ha convertido en mi ángel de la guarda. El
día que mi abuela murió, con 86 años y una cadera rota, lo recuerdo
perfectamente porque yo estaba jugando con mis hermanos en el comedor de
nuestra casa, cuando entro mi madre y me dijo: “la abuelita se ha ido al cielo”.
Yo no entendía muy bien la dimensión de lo que me estaban diciendo, pero a mis once
años vi la muerte como un proceso natural y no derramé ni media lágrima. A día
de hoy sigo sin haber llorado por mi abuela y sin embargo me siento muy en paz
con ella. Tan sólo me quedó una cosa por decirle que nunca me atreví a hacerlo.
Y es que un día mi abuela Sagrario me dejó su abanico, y a mi se me cayó, al subirme
al ascensor de su casa entre el hueco del elevador y la pared de este, y nunca más
lo pude recuperar. Me quedé paralizada por lo sucedido y fui incapaz de decirle
a nadie lo que había pasado, pensando que si lo decía, mi abuela dejaría de
quererme. Así que cuando ella preguntó por su abanico dije que no sabía donde
estaba y culpó a una de mis primas, la cual se llevó una gran reprimenda. Alguien
apunto la posibilidad que yo lo hubiera perdido y mi abuela contestó: “no me
creo eso de Pili, es muy cuidadosa y nunca lo habría desatendido”. Aquellas
palabras taladraron mi mente y pensé que si me auto–culpaba cambiaría la imagen
que mi abuela tenía de mi.
Siempre me sentí mal por haber
sido tan cobarde y quise pedirle perdón a mi prima porque se llevó una gran reprimenda
por mi culta, pero nunca me atreví. Desde aquí quiero enmendar ese error y
decirle a mi prima que “Lo siento” y gritar a mi abuela: “Fui yoooooo, pero por
favor continua queriéndome”.
Siempre me entendí bien con la
tercera edad. Tanto es así que cuando era bien pequeña, iba con mis hermanos a
jugar a la Plaza Santa Ana de Madrid, porque era la que estaba más cerca de la
C/ Relatores que era donde vivía con mis padres y mis diez hermanos.
En
aquella plaza y mientras los otros niños y niñas corrían a jugar, yo prefería
quedarme escuchando lo que hablaban las personas mayores. A veces mi tía o
cualquier otro adulto que nos llevara, decía eso de “ve a correr”. Pero yo no le veía ningún sentido a salir corriendo
sin rumbo aparente, siempre preferí empaparme de la cultura popular.
Un
día un anciano que estaba sentado en un banco del parque, me contó la historia
de un chico enamorado y sin demasiada cultura, que quiso escribir una carta de
amor a su amada, pero como tan sólo sabía refranes populares, decidió expresarle
su amor de esa manera y enviarle la carta a ver qué ocurría.
Aquel hombre me enseñó el texto y
yo lo memoricé. Es el día de hoy y sigo recordándola. Así que prefiero escribirla
aquí porque en algún momento la memoria me fallará y esta son las típicas cosas
que si no hay una transmisión oral, terminarán perdiéndose.
La carta reza así:
“Despampanante señorita como el
que no llora no mama y el
que no se arriesga no cruza la mar, me dirijo a Ud. a pesar de que en
boca cerrada no entran moscas y al callar llaman sabio, para
demostrarle el acendrado cariño que por usted siento.
Ante todo recuerde que si me encuentra feo, ya
sabe que el hombre y el oso cuanto más feo más hermoso, si alto o gordo,
más
vale que sobre que no que falte, pues nunca por mucho trigo es mal año
y lo
que abunda no daña. Si me encuentra delgado o pequeño, más
vale poco y bueno que mucho y malo.
A su papá no le diga nada de esto porque loca
es la oveja que con el lobo se confiesa. A sus hermanos puede decírselo
pues nunca
un lobo muerde a otro.
En caso de que su contestación no sea satisfactoria,
ruego me presente a alguna amiguita suya, pues a falta de pan, buenas son tortas
y a
rio revuelto ganancia de pescadores.
En espera de su grata contestación, que suyo
afectísimo:
Perico Pérez López y Uriszaladraca, Cariciolo Calatrava Gutiérrez de
la Vega, Díaz de Oñate y Gómez de Avellaneda.
Arquitecto de obras paradas en construcción.
Abogado de pleitos pobres, con más gastos que rentas.
Y muy simpático según mi abuelita.
Su casa en:
C/ Peñuelas 13, cómodas y comodines, bandurrias y violines”.
¿Crees que se puede aprender mucho de nuestro mayores ?
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