¿Qué queda de aquel
chaval de catorce años que cogió una letra escrita por su padre y la convirtió
en canción?
La respuesta es
sencilla; sigue siendo la misma esencia. A pesar de llevar catorce discos y
treinta años de carrera triunfando –tanto en España como en Latinoamérica–, Pedro
Guerra sigue siendo aquel chaval tímido, tranquilo, de voz suave y sentimiento sobrecogedor.
Cuando canta lo vive plenamente, porque para él la música es su vida.
Lo primero que te
llama la atención cuando conoces a Pedro Guerra es su humildad. Y es que Pedro
no necesita mucho para vivir; tan sólo su guitarra y a su familia. Su mujer
María –sin la que ya no sabe estar ni un solo día y, con la que ha creado un
hijo y una empresa–, es su mánager y su musa al mismo tiempo. En ella se
inspira para componer y en ella se apoya y confía cada concierto que da, cada
gira que hace o cada disco que saca adelante.
Conocí a Pedro –él no
se acuerda– a principios del año 1999, en la fiesta de los nominados a los premios Goya. Yo había visto la película Mararía–que estaba nominada ese año y de la que él es autor de la música–. Me había
encantado su banda sonora y como miembro disciplinada de la academia de cine,
que soy, ya había emitido mis votos en todas las categorías.
En el apartado a Mejor Música Original, había votado la película Mararía sin ni siquiera conocer a su
compositor, aunque él ya llevara seis años triunfando en Madrid codeándose con la crème de la crème del ambiente
musical madrileño –Ana Belén, Víctor Manuel, Joaquín Sabina, Luis Eduardo Aute,
etc–, desde que llegara a Madrid en el año 1993.
Alguien me dijo:
“Aquel del pelo rizado que está sentado al fondo es el compositor de la peli”,
así que me acerqué y le pregunté:
–¿Eres Pedro Guerra?
–Si, –me contestó con
un hilo de voz.
–Mira, me ha encantado
la música de Mararía y la he votado.
Sólo quería que lo supieras y desearte mucha suerte –le dije.
–Un discreto– Muchas
gracias –fue lo único que salió de sus labios–. Me sonrió y me marché.
Ahora quince años
después sigue siendo igual de reservado. Sólo habla cuando se encuentra entre
amigos y en la distancia corta, en cuanto hay más de seis personas reunidas, ya
no se siente cómodo y se retrae al último rincón o directamente no aparece por
la reunión. Y es que no es nada amante de las fiestas multitudinarias ni del
jolgorio en grupo, él es un artista comprometido con su música y con su tiempo.
Se divierte en una cena con buenos amigos o viendo una serie de televisión con
su mujer.
Pedro Guerra acaba de
cerrar un ciclo vital con su último disco 20
Años Libertad 8. Agradeciendo a los que le ayudaron en sus comienzos como
Luis Eduardo Aute, acompañándose de aquellos a los que admira como Ismael
Serrano, Iván Ferreiro, Jorge Drexler, Santiago Auserón o Miguel Poveda y dando
la alternativa a cantautores nuevos como Luis Ramiro, Marwan o Andrés Suárez.
En esta nueva andadura
en solitario de conciertos y giras por España y Latinoamérica, Pedro Guerra reaparece
en los lugares más emblemáticos de la escena madrileña que le vieron crecer
como artista: Libertad 8 y Galileo Galilei. Vuelve a salir al escenario él solo
y con los pies descalzos rememorando aquellos tiempos, como símbolo de la
desnudez de sus canciones. Tan sólo se deja acompañar por su guitarra, vieja
amiga y compañera. Para que el público pueda sentir de esa manera cálida, la
música y a la persona en estado puro. Disfrutando así las canciones en su
esencia, sin aditivos, haciendo especial hincapié en la melodía y en el
sentimiento. Totalmente al desnudo.
Definitivamente no hay
mucha diferencia entre aquel chaval que con dieciséis años se subió al
escenario por primera vez en su Canarias natal –porque el gran Silvio Rodríguez
le cambió su visión de la música y le ayudó a decidir cual sería su vida
futura–, con el adulto que es ahora. Sigue teniendo los mismos sueños y las
mismas ilusiones. “Salvo porque los adolescentes adolecen de todo, y ahora
tengo la madurez que te da la vida, en esencia sigo siendo el mismo, no veo
mucha diferencia”. Y es que ni los premios, ni el éxito han podido con un
corazón profundo que ama de verdad. Ese siempre ha sido su verdadero éxito.
Pues sigamos
disfrutando de este momento desnudo de Pedro Guerra porque en cuanto la crisis
se acabe –no hay mal que cien años dure–, Pedro volverá a contar con su banda y
seguirá investigando en la música, como curioso que es y como ha hecho siempre,
siendo desde hace años un referente en la canción de autor de este país.
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