Siguiendo con los artistas polifacéticos –Gente
inquieta que necesita sacar de su fuente todos aquellas impresiones que le provocan
lo que ve a su alrededor–, en esta ocasión nos detenemos ante un actor que aún
teniendo éxito, o precisamente por ello, decide tocar otras ramas de un mismo
árbol, para sentirse más lleno que nunca y poder expresar así sus sentimientos
a través del arte.
Un buen día decidió plasmar en papel aquello
que le llamaba la atención y utilizó el objetivo de una cámara para dibujarlo.
Sin darse cuenta nos mostró el mundo tal y como él lo veía, y por eso no le
gusta retocar sus fotos, sin embargo busca la oscuridad en los fondos para
resaltar lo que realmente le interesa: el ser humano.
Casi veinte años han
pasado tras la irrupción en nuestros hogares de la serie de TV “Al Salir de
Clase”. Uno de aquellos chavales, un medio pelirrojo y post–adolescente que entró
decidido a quedarse, se coló en el salón de nuestras casas con descaro, y nos
conmovió tanto, que nunca le dejamos escapar. Le adoptamos como si fuera un
miembro más de nuestra familia y en agradecimiento, él prometió deleitarnos con
cientos de personajes, que así lo hizo.
Ahora, un maduro Víctor Clavijo nos muestra que
puede crear arte en más disciplinas, y para devolvernos el apoyo prestado todos
estos años, quiere hacerlo con una visión distinta a la que nos tiene
acostumbrados. Se desnuda ante su público, enseñándonos su propio alma a través
de la mirada de los demás, y lo ha hecho tras el objetivo de una cámara para
llegar a entender dónde reside la Raíz humana. Quizá entre tanto personaje,
este actor anda vagando en busca de su esencia, intentando verse reflejado en
los demás para descubrir un día quien es realmente Víctor Clavijo.
El claroscuro es una técnica
de pintura que consiste en el uso de contrastes fuertes entre volúmenes, unos
iluminados y otros ensombrecidos, para destacar más efectivamente algunos
elementos. Esta técnica permite crear mayores efectos de relieve y
modelado de las formas, a través de la gradación de tonos lumínicos.
Desarrollada inicialmente por los pintores flamencos e italianos del
Cinquecento.
Con este mismo estilo de
claroscuro como si siguiéramos entre el Renacimiento y el Barroco, el actor Víctor
Clavijo nos presenta su obra creada en fotografía pero impresa en lienzo y con una
pátina final imitando los brochazos del barniz holandés.
En esta exposición, Víctor nos habla de gente,
de razas, de causas injustas que hacen mella en la humanidad. Le interesa la
mirada de los desconocidos, de los anónimos, de los que sufren… como queriendo
captar en ella lo bueno y lo malo de sus vidas. Con esta técnica, Víctor quiere
mostrarnos lo que le inquieta, lo que le llama la atención. Como por ejemplo
los campamentos de refugiados saharauis, donde estuvo recientemente y lo que tanto
impactó le causó, que decidió contar al mundo el tipo de vida injusta que lleva
esta gente desde hace casi 40 años. La población saharaui vive exiliada en una
tierra que no es suya, porque Marruecos decidió apoderarse de esa parte del
mundo que se llama Sáhara Occidental, condenando de esta manera a 250.000
saharauis a vivir en la más precarias condiciones de vida.
1. ¿Cuándo
empezaste a fotografiar?
“Mi primer contacto con la fotografía viene a través de mis padres.
Mi madre estudió fotografía en la escuela de artes aplicadas de Algeciras
cuando yo era pequeño, de modo que la veía revelar los carretes en casa,
colgarlos en el baño para secar y traer las copias que ella misma positivaba y
con las que decoraba el despacho de mi padre; mi padre, perito industrial, también
era un gran aficionado a la fotografía y dirigía cortometrajes en Súper 8 que
luego montaba en casa. A los 15 años cogí la cámara de mis padres y empecé a
jugar un poco con ella. Más tarde, cuando me fui a estudiar Derecho a Granada, sentí que necesitaba urgentemente algo artístico que compensara el aburrimiento
que me ocasionaba una carrera tan fea, así que volví a coger la cámara de mis
padres. Como había desechado de momento la idea de convertirme en actor, volqué
esa necesidad creativa en escribir y en la fotografía. Me saltaba algunas
clases de Derecho y me iba a recorrer la ciudad con mi cámara. Pero la pulsión
que sentía realmente era la de actuar, así que lo dejé todo y me vine a Madrid
a estudiar Arte Dramático.
Durante más de 15 años no volví a coger una cámara en condiciones,
pero en 2010, tras un rodaje en Colombia, sentí que necesitaba volver a hacer
fotografías, a expresarme a través de la imagen fija. Había tonteado con la
cámara digital de una compañera del rodaje, así que a la vuelta me compré un
buen equipo digital y volví a sumergirme de lleno en la fotografía.
Sentía que de algún modo la fotografía me permitía y me obligaba al
mismo tiempo a poner la atención fuera de mí, a dejar de mirarme el ombligo
para asomarme al mundo de una manera nueva, casi de recién nacido o de ciego
que acaba de recuperar la vista: empezaba a apreciar como nunca la luz, las
calidades de luz, los colores, las sombras, las texturas, la composición, los
rostros humanos, y me entraron unas ganas enormes de viajar, de descubrir
mundo. Sentía que la cámara me daba permiso para hacer muchas cosas y que cuando encontraba un
instante especial, un bicho tiraba de mí para hacer la foto y dejaba casi de
razonar: me encontraba más presente que nunca.
Nunca me lo tomé como algo
profesional ni tenía intención de exponer cuando empecé a hacer fotos, pero
comencé a compartir mis imágenes en algunas redes sociales, por el mero placer
de compartirlas, y algunas personas me animaron a mostrar mis imágenes de un
modo más profesional, lo que me daba inmenso pudor, ya que me sentía un intruso
en un mundo que me apasionaba pero en el que todo lo que había aprendido era de
un modo autodidacta.
Hice un curso con Gloria Rodríguez de La Petite École para aprender
a sacar mayor partido a la cámara digital y tiempo después, un amigo director
de cine, Jesús Ponce, me re-introdujo en el mundo analógico, lo que en plena
era digital puede parecer un paso atrás. Hoy pertenezco a una asociación de
fotografía analógica ( Argentum ) en la que paso las horas muertas revelando y
positivando cuando me lo permite mi trabajo.
2.
¿Qué fotografías?
“La verdad es que reacciono instintivamente a lo que veo, casi de un
modo automático; me cuesta trabajo desarrollar un tema o hacer un trabajo de
campo sobre algún asunto. Hay ocasiones en que en un espacio visualizo el
instante que quiero y aguardo a que ocurra ( sin forzarlo o provocarlo ) ; otras
veces es una luz, una composición, un momento especial, un rostro, una textura,
la que me pide que haga la fotografía, casi por placer estético y del contenido
asociado a esa forma, y es a posteriori cuando aparece el tema oculto en esa
foto. No decido de antemano lo que voy a fotografiar; sencillamente salgo con
la cámara y dejo que mi ojo me vaya guiando. Cuanto menos lo pienso, mejor.
Últimamente procuro trabajar del mismo modo, de intensa presencia en
el presente y poco razonamiento, como actor. Procuro que me guié mi instinto.
No siempre lo consigo, pero ando en ello; me cuesta menos hacer esto en
fotografía, quizá porque no espero nada de ella ni creo que nadie espere nada
de mí en este campo ( y ojalá siga siendo así ). Pensar las cosas demasiado anula
el brillo que uno pueda ser capaz de encontrar como artista. Hay que perder el
miedo a atreverse, en general”.
3. ¿Tienes
la misma sensación cuando te ves en una película que cuando expones?
“No sabría decirte. Es cierto que cuando ves una película tuya, si el
resultado global no es perfecto, puedes echar la culpa a doscientos elementos
ajenos a ti para no asumir toda la responsabilidad del desastre; como trabajo
en equipo que es, las responsabilidades, así como los aciertos, son
compartidos. Una vez que entendí esto (tuvieron que pasar algunos años), me
quité un gran peso de encima.
Con la fotografía es distinto: uno es el único responsable de lo que
hay ahí, tanto de la toma, como de la posproducción, así como de la edición del
trabajo (que incluye el hecho de que hayas seleccionado esas fotos y no otras). Todas las decisiones las toma uno solo, y es difícil ser objetivo a la hora
de decidir qué mostrar y qué no. Al principio sentía apego a todas las fotos
que hacía; poco a poco empecé a desarrollar un sentido crítico con mis propias
fotos, pero se da el caso de que fotos que no me dicen gran cosa, entusiasman
mucho y viceversa (alguna favorita mía no le dice nada a nadie...jajaja). De
cualquier modo, el nivel de exposición es casi mayor, porque me cuento a mí
mismo inevitablemente con lo que decido fotografiar y cómo decido hacerlo.
Una de las dificultades que encuentro a la hora de mostrar el trabajo es la
elaboración del discurso que unifique todas las fotografías, la elección de un
tema que explique el trabajo que muestras, ya que disparo como reacción a lo
que veo, y rara vez lo hago decidiendo a priori sobre qué quiero hablar. Pero
sí me doy cuenta, más tarde, que hay una cierta mirada compasiva en lo que
fotografío; quizá eso defina mi estilo o mi manera de ver las cosas; no lo se,
la verdad.
También siento que no tengo derecho a mostrar mi trabajo, ya que no
soy profesional, y pienso que cualquier entendido en la materia puede
encontrar mil fallos en cualquiera de mis fotografías.
No quiero que deje de ser una afición, porque eso me permite
disfrutarla sin prejuicios, sin esperar resultados, que es lo mejor que puede
ocurrirle a uno cuando se mete de lleno en cualquier rama artística: dejarse
llevar por su instinto. Quizá por eso me cuesta hablar de mis fotos, porque
responden a un instinto, a un impulso, y al deseo irrefrenable de captar un
instante y que esa imagen pueda evocar un mundo al que la contempla”.
4. ¿Entonces
cuando expones piensas en lo que te gusta a ti o en lo que le gustará al
público?
“En ambas cosas, no te voy a mentir. Uno quiere que su trabajo
guste, por supuesto, porque desea que sus fotografías evoquen y comuniquen lo
mismo que le provocó a uno ese instante.
La primera selección la hago dejándome llevar por mi propio gusto,
pero también trato de hacer un ejercicio de distanciamiento y pensar si esa
imagen que a mí me dice algo también tendrá la misma fuerza en los demás. Llega
un momento en que necesitas consejo, porque pierdes la objetividad.
Me sorprende ver que hay fotos que me encantan y que no producen sin
embargo ningún efecto en los demás y viceversa. Pero imagino que ahí está la
magia, en que a cada uno le evoque cosas distintas. Si la foto no provoca y no
evoca, entonces la desecho”.
5. ¿Sientes
la necesidad de probar alguna disciplina artística más?
“Jaja...de momento no, gracias a Dios. La
fotografía es un mundo inabarcable; apenas me llega el tiempo libre para
profundizar en esta disciplina tanto como quisiera.
Me encanta la música y, aunque
estudié piano, alguna vez he fantaseado con aprender a tocar un nuevo
instrumento ( quizá el saxofón) pero me faltan horas, días y vidas para
aprender todo lo que me gusta.
También me gusta escribir, y lo
sigo haciendo, pero comparto con pocas personas esta afición”.
6. ¿Cuándo
empezaste como actor? ¿Fue lo mismo que con la fotografía?
“De pequeño me gustaba hacer el payaso, disfrazarme e inventarme
personajes. Mis padres eran amigos de una pareja de actores de Algeciras (José
Luis Muñoz y María Eugenia Ferrera), a los que acompañábamos en las giras de su
compañía de teatro en alguna ocasión. Mi padre, amante del cine y la
literatura, dirigía cortos en Super 8 en los que colaboraban esos amigos
actores.
A los 13 años notaba que empezaba a vibrar con las películas de
Chaplin; a los 15 descubrí a james Dean y el Actor´s Studio, y encontré en la
biblioteca de mi padre "La construcción del personaje", de
Stanislavsky. Lo leí y decidí que quería ser actor y vivir las experiencias que
detallaba ese libro, así que me apunté al taller de teatro del Instituto y a
una compañía de teatro amateur del Campo de Gibraltar que hacía giras por los
pueblos de Cádiz en verano. Grababa documentales de la tele sobre La Historia
del Mimo, sobre el Actor´s Studio, recortaba artículos de prensa sobre la RESAD
y me leía las funciones de la revista Primer Acto que guardaba mi padre.
Supongo que de un modo inevitable acabó gustándome la interpretación
y la fotografía, al igual que la música, ya que era lo que se respiraba en
casa. En mi hermano, sin embargo, caló más el amor a la literatura por parte de
mi padre, y se ha convertido en escritor”.
7. ¿Te
gustaría llegar como fotógrafo al mismo lugar que has llegado como actor?
“No
me lo planteo, en absoluto. No busco vivir de ello ni reconocimiento. Sólo
disfrute, mucho disfrute, y el placer de capturar esos instantes que me
aceleran el corazón cuando los descubro a través del visor de la cámara. Y
aventura. Quiero que la fotografía me depare todo eso y poder devolver algo de
esa emoción a los demás, nada más”.
8. ¿Cómo
te ves de mayor con respecto al arte?
“Jajaja...uy, ni idea. Como decía Stanislavsky: "ama el arte
quer hay en tí, no a tí en el arte". Me gustaría no dejar de sentir el
impulso creativo y poder seguir comunicando, eso es todo. Crecer, no dejar de
aprender, y sentir que en alguna ocasión pueda, o bien como actor o bien con
alguna fotografía, llegar a tocar el alma de los demás, comunicar algo profundo
y poderoso; eso es todo lo que deseo y lo que en el fondo me mueve.
Y que el Arte me deje seguir viviendo
en él y de él”.
El artista que durante casi veinte años nos ha
conmovido en nuestro cómodo sofá y nos ha hecho vibrar en la butaca del cine,
nos demuestra ahora que también puede tocar otras disciplinas y hacerlo igual
de bien, para contarnos y contarse que tiene otras inquietudes más allá de la
interpretación. Su exposición de fotografía La
Raíz Humana, aún se puede visitar en la sede de AISGE, y allí continuará
para el deleite de los asistentes, hasta finales de marzo.
Quizá este artista esté buscando algo que
todavía no ha encontrado, pero de momento ya tiene su propio estilo para
abrirse un hueco dentro del mundo de captar la vida en un segundo.
¿Qué otros artistas conoces que sean
polifacéticos?
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