¿Hay algún país que tenga más fiestas que
España? Sinceramente empiezo a dudarlo: Santoral, vírgenes, semana santa,
agosto, semana blanca, y como colocón
final: la navidad.
Este año la nochebuena ha caído en miércoles y
por consiguiente el día de navidad fue jueves, eso quiere decir que los puentes
se convierten en el Golden Gate, pues el lunes y martes anterior se enlaza con
el próximo viernes que a su vez continúa en el fin de semana. En la semana siguiente
vuelve a pasar lo mismo, pues la nochevieja pilla exactamente igual, en miércoles
y el año nuevo en jueves. Por si esto fuera poco, en nuestro país añadimos la festividad
de los Reyes, que ya no es únicamente para niños, sino que los mayores también
disfrutamos de ella. Hacemos el amigo invisible, el dirty Santa, o incluso los
propios Reyes entre nuestros amigos. El caso es tener un motivo para reunirnos
y tomar unas copas. Como la noche de Reyes cae en lunes y el martes es festivo,
no se vuelve a estar en orbita hasta el lunes 12 de enero. Y así hemos ido de festividad
en festividad, desde el día de la lotería –en el que celebrábamos que no nos había
tocado–, hasta pasada la Epifanía del señor –que como fue lunes, se anexionó al
viernes anterior–.
Conclusión, que desde el viernes 19 de
diciembre hasta el lunes 12 de enero, los españoles hemos estado dando tumbos
de fiesta en fiesta; comiendo opíparamente, tomando dulces hasta reventar y
bebiendo como si no hubiera un mañana, esperando que sea el hígado el que nos
avise que ha llegado el momento en el que va a reventar.
Esto se hace para olvidar las penas pero sobre
todo para tener un motivo de felicidad. Durante el tiempo que duran las fiestas
de navidad, la gente aparenta estar contenta –tenga o no, espíritu navideño–, pues
el hecho de empezar con la cañita a la hora del aperitivo y ya no parar de
beber en todo el día, ayuda bastante. Todo esto cambia radicalmente en la cena
de nochebuena con la familia, porque siempre hay alguien que intenta quitarte
la sonrisa de un plumazo. Si no hay conflicto en esa cena, es como si no
fuéramos suficientemente españoles. Nos prometemos a nosotros mismos que será el
último año que pasaremos la navidad en familia, y que el próximo nos iremos a
la China, o a cualquier otro sitio lo suficientemente lejos como para que no aparezca
por allí ningún atisbo familiar. Pero al año siguiente, allí estamos una vez
más, discutiendo con el cuñadito en cuestión –que no para de hablar–, y que te
cortas en llamarle la atención, pues ves la cara de tu hermana, que es una
santa y que lleva aguantándole tropecientos mil años. Te preguntas ¿cómo puede
y sobre todo porqué lo soporta? Recuerdas cuando tu hermana era adolescente y no
pasaba por alto ni un sólo comentario que no le gustara, llegando incluso a
pelearse con quien fuera por tener la razón. ¿Entonces, qué nos ocurre al
hacernos mayores?, es como si nos hicieran una especie de lobotomía y nos
eliminaran la capacidad de reacción con una buena contestación a tiempo, en
aras de no discutir. Y esa sumisión es precisamente lo que al final enciende a
los demás, generando una discusión terrible con el resto de la familia.
Al comenzar cada año nuevo y dentro de todas
las promesas que te generas para empezarlo con buen pie: dejar de fumar, ir al
gimnasio, adelgazar, etc. añades la de no volver a pasar la navidad en familia.
Pero al igual que en el gim del barrio pagaste el abono por un año y sólo fuiste
tres veces, colaborado de esta manera a patrocinar los gimnasios de Madrid, el
año que viene vuelves a caer y terminas
preguntando aquello de: ¿En qué casa celebramos este año la nochebuena?
Como ya no hay manera de cambiar todo esto y
vamos a continuar año tras año quejándonos de lo mismo, yo os recomiendo que os
regaléis por Reyes unas braguitas vibradoras –las hay unisex–, con un mecanismo
que se coloca donde el salva–slip. Justo en el momento que se genere la
discusión, tu pareja debe darle al mando a distancia que lleva incorporado el aparato
y bajo la máxima “Todo lo que vibra, relaja”, podréis empezar a experimentar otra
forma de lobotomía. Decidle a vuestra pareja que cuando el cuñadito se ponga
pesado, él o ella le de al control remoto para que tú termines con una voz
absurda diciendo aquello de: Cuñaaaaaaaaaooooo.
Sin las fiestas, los puentes y la familia, los
españoles no seríamos nosotros mismos, mutilaríamos nuestra verdadera esencia. Así
que nunca podremos equipararnos a otros modelos de trabajadores más europeos,
que funcionan durante 12 horas diarias sin parar y sin beber, tan solo
produciendo.
¿Crees que si a los españoles nos quitaran las
fiestas, nos levantaríamos en armas?
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