En la terminología cinematográfica, la otra cara de la
moneda se llama contraplano.
Estamos muy acostumbrados –en la vida en general– a
ver únicamente lo que se nos muestra y por tanto la mayoría de nosotros no
solemos reparar en la otra visión de las cosas. En una película vemos el plano
del protagonista contando la historia, cuando de pronto la cámara se gira y
aparece el antagonista reaccionando. Ese es el contraplano, y al igual que en
el cine, todo tiene su otro lado.
En el caso de un festival rural, donde se implica un
pueblo entero, el contraplano son seres humanos llenos de ilusión que trabajan durante
todo el año para preparar la festividad de esos cuatro días tan especiales, en
los que se vuelcan por atender al público de la mejor manera posible. Suelen
ser negocios familiares (PIMES), las empresas que hace varias décadas ayudaron
a nuestro país a elevar la clase media al pódium del progreso.
En Frigiliana durante el festival, toda la familia
trabaja codo con codo, incluyendo los niños que crean sus propios puestos
ambulantes de productos artesanos y caseros. Los horarios desaparecen y de la
mañana a la noche todo se hace por y para el visitante.
Un año más el Festival Frigiliana 3 Culturas (va por
la novena edición) está lleno de música, baile, talleres, cuentacuentos,
títeres, pasacalles… para deleitar al público prácticamente las veinticuatro
horas del día. Lo que cambia cada año son las actuaciones y los nuevos espectadores,
el resto son siempre los mismos. Los niños del pueblo van creciendo y los que
empezaron vendiendo tarros de mermelada fabricada en casa en el portal de su
vivienda, ahora colaboran con sus padres en el restaurante familiar o en la
tienda de ultramarinos, porque toda ayuda es poca.
Los días previos al chupinazo de salida, el pueblo
entero encala sus fachadas, colocando después, plantas y flores en aceras y
portales. El caminante agradece este gesto cuando disfruta del paseo por un pueblo
tan limpio que recuerda a los parques temáticos fabricados artificialmente para el
turismo.
Los negocios preparan la faena semanas antes del
festival, para que todo esté listo llegado el momento y así puedan ayudar al visitante
de Frigiliana a que tenga un buen lugar donde descansar y reponer fuerzas tras
cada actividad de las 3 Culturas. Que su estancia se convierta en inolvidable
es la mayor aspiración de todos los frigilianenses o aguanosos, como también se
les conoce debido a los jugosos frutos que cultivan. Alrededor de 18.000 personas
se acercan cada año al festival y hay que darles buen trato, cobijo y comida
para que vuelvan en la próxima edición. Este es el secreto de Frigiliana: sus
gentes.
En el negocio de la hostelería hay varios lugares
donde hospedarse: un hotel, hostales de agroturismo, unos cuantos cortijos y hasta
casas particulares que se prestan a albergar no sólo a los visitantes, si no
también a feriantes, artistas, y gente de la producción que se desplazan de toda
España, para poner en funcionamiento el engranaje de un festival que ya se ha
convertido en uno de los clásicos.
Buen lugar donde pernoctar es la Hospedería El Caravansar, antiguo granero convertido en alojamiento
rural con encanto. Está administrado por un matrimonio, de los del pueblo de toda
la vida, que en tiempos de crisis decidieron cambiar el negocio de la
construcción por el de la hostelería, regentándolo ellos mismos y resultando un
negocio familiar muy agradable en pleno centro del pueblo. Sus propietarios se
desviven para que a los clientes no les falte de nada y lleguen a sentirse como
en su propia casa.
Cada mañana y tras el desayuno restaurador apetece un
paseo por el intrincadas calles del pueblo, haciendo parada en puestos y
tiendas para comprar algún que otro souvenir que poder llevarte de vuelta a
casa, y así recordar Frigiliana hasta el próximo año.
Detenerte en la tienda de artesanía Azahar es maravilloso, pues entre sus
cachivaches se puede apreciar el ejemplo de convivencia que tuvieron en
tiempos: judíos, moros y cristianos. Aquí encontrarás todo tipo de artesanía de
las tres culturas traída desde sus países de origen, evocando lugares lejanos
donde perderte. Artículos de decoración, muebles y objetos antiguos son la
clave de este lugar. Ana es la dueña, una mujer de mediana edad que decidió
abrir esta tienda hace ya varios años, siendo pionera en traer la decoración
típica de Frigiliana: recipientes morunos para velas colgantes.
Tras el paseo y
para recobrar fuerzas, un buen lugar donde comer y en el que la brisa aparece, debido
a su enclave privilegiado en la plaza principal, es el Restaurante Sal y Pimienta dirigido por un matrimonio polaco que
atravesando Alemania de este a oeste, decidieron afincarse en Frigiliana debido
al clima y a la buena acogida que tuvieron por parte de la gente del pueblo.
Los fogones con especialidad en cocina polaca corren a cargo de la madre de
ella y el resultado es una comida casera diferente a buen precio y con un trato
inmejorable.
Ya por la tarde para huir de los calores del sur, qué
mejor que probar la exquisita cerveza artesanal Axarca, fabricada en el mismo pueblo de Frigiliana por una pareja
que emigraron de Madrid y decidieron gastar todos sus ahorros en abrir una
micro-cervecería, tan de moda en los últimos tiempos. La Domadora y el León es cómo se llama su bar/bodega y aseguran que
una vez pruebas una cerveza artesanal, ya nunca más podrás degustar otra
industrial. Y es que al producir pequeñas cantidades se pone especial esmero en
su elaboración pero sobre todo en la utilización de ingredientes de primera
calidad. Además durante el festival ofrecieron un taller sobre cómo fabricar
cerveza. La mejor manera de crear adeptos a la micro-cervecería es dándola a
catar y aprender a elaborarla, para más tarde poder beber tu propia cerveza en
casa y ofrecerla a tus amigos cuando vengan a visitarte.
Al caer la noche y antes del concierto resulta muy
agradable ir a cenar al Restaurante El Jardín; un lugar lleno de palmeras y con vistas inmejorables. Atendido por
simpáticos camareros que se desviven en varios idiomas para servir a todo el
mundo y darle lo mejor de su cocina tricultural. Allí, en lo más alto del
pueblo donde la brisa te hace olvidar el calor de la tarde, y tras la cena, se puede
degustar un refrescante Gin Tonic con la ginebra Larios perteneciente al mayor
terrateniente de la comarca.
Ya con el estómago lleno y en el centro de la plaza
del pueblo, se encuentra el escenario de los conciertos, donde podremos bajar
la comida al ritmo de la actuación de esa noche, que seguro habrá para todos
los gustos pues en esta novena edición de Frigiliana 3 Culturas, se han dado
cita en sus escenarios, artistas como: Kepa Junkera, Miguel Campello (El
Bicho), La Musgaña, Karavansar, Revolver, La Shara, 17 Hippies, Mudéjar, Les Morenillas y La Banda Morisca.
Tras el último concierto sólo queda el viaje de vuelta
a casa, con la añoranza de unas gentes que forman el pueblo de Frigiliana y que
se han metido en nuestro corazón. Aunque de momento lo dejemos atrás, nunca
será un adiós definitivo, porque a Frigiliana al igual que a Roma, siempre se
vuelve.
¿TE APUNTAS EL AÑO QUE VIENE?
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