"EL
ÉXITO ES EL DESTINO, PERO TAMBIÉN ES UN VIAJE. EL CAMINO ES TAN IMPORTANTE COMO
LA META".
ARTHUR ASHE
Un grupo de ex alumnos de Imagen
y Sonido del Centro Público I.E.S Pradolongo en el madrileño barrio de Usera,
decidieron unirse un día para sacar adelante un proyecto conjunto: rodar un
largometraje.
Muchos de ellos ni siquiera se
conocían, porque eran de distintas promociones, pero todos tenían en común
haber estudiado con el mismo profesor: el director de cine Roberto Lázaro. Así
que le propusieron que dirigiera la película. Eligieron un guión sencillo que
había escrito el propio Roberto con Miguel Muñoz –otro ex alumno– y decidieron
sacar el proyecto adelante.
Como ninguno tenía experiencia
previa, salvo el director, acordaron pedir ayuda a afamados profesionales del
cine en las diferentes áreas, porque a través de Roberto podrían conseguir que asesoraran
como jefes de cada equipo, pero teniendo claro que el trabajo de campo lo
harían los propios alumnos.
El gran problema existía en la financiación,
pero entre todos idearon una formula factible para llevarla a cabo. Nadie tendría
que dejar su trabajo habitual ni postergarlo. Para ello tuvieron que adaptar el
rodaje a un horario que todos pudieran cumplir. Una semana al mes les pareció que
se ajustaba a lo que cada uno podía ofrecer al proyecto, y se pusieron manos a
la obra. En seis meses tendrían la película terminada y sería fácilmente
asumible por todos.
Se pusieron de acuerdo en un
sueldo digno –basado en los diferentes convenios colectivos–, pero donde todo
el mundo cobrara lo mismo, desde el director de la película hasta los
auxiliares, pasando por los actores y actrices –que para elegirlos se hizo una audición donde se pudo conseguir a
todo el reparto, entre la multitud de fantásticos actores y actrices españoles que
sin ser famosos, son tan extraordinarios o más que los artistas mediáticos–.
Cuando marcaron dicho salario,
concluyeron dividirlo en tres partes: la primera se donaría a la producción, la
segunda se cobraría cuando pagaran patrocinios o subvenciones, y la tercera
cuando se estrenara la película. De esta manera todo el equipo se implicaría en
una gran cooperativa, donde cada uno dona una parte de su trabajo, pero a la
vez, todos cobran un sueldo con sus consiguientes altas y bajas en la seguridad
social. De esta manera se dignifica la profesión cinematográfica, dando a la
opinión pública herramientas para que entiendan que el cine también es una
industria donde trabaja mucha gente de todas las condiciones sociales, y que
pirateando, lo único que se consigue es que todas esas familias pierdan sus
trabajos.
Con este nuevo tipo de
financiación, se fomenta el trabajo en equipo y la idea de que todo el mundo
tiene derecho a tener un trabajo digno y remunerado, y así se deja de relegar
la cultura a la categoría de hobby, pudiendo exigir esa profesionalidad a
cualquiera de sus miembros, de la misma manera que sucede en el sector de la
salud o la política, por poner un ejemplo.
Como desde la propia Secretaría de Estado de la cultura en nuestro país, se transmite la idea que el cine es simple entretenimiento, y por
tanto tiene que llevar un 21% de IVA como si se tratara de un artículo de lujo, nosotros –la gente
del espectáculo– seguimos defendiendo la idea que el cine es cultura por su simple definición:
Las películas son una vía para dar a
conocer un país: sus gentes, paisajes y costumbres. Una manera de hablar de lo
que nos preocupa, contar los miedos y compartir las alegrías, utilizando
nuestro particular sentido del humor o dramatismo para llevarlo a cabo. De esta
manera se da una imagen al exterior sobre cómo somos en realidad o cómo nos
gustaría que nos vieran. Es una forma de mostrarnos a nosotros mismos frente al
mundo, y esta imagen quedará plasmada para la posteridad como la seña de identidad
de una época concreta en un país determinado.
Como cualquier película tiene unos
gastos imprescindibles –más allá de aquellos que se puedan sufragar con el
trabajo desinteresado del personal que lo forma–, había que poner un pequeño
sueldo simbólico para 20 personas, su correspondiente pago de cotización en los
Seguros Sociales, viajes a las localizaciones, gasolinas, alquiler de
furgoneta, cámara, iluminación, comidas, discos duros, estudios de sonorización
y mezclas de músicas, copias de la película, promoción y publicidad para el
estreno, seguros de responsabilidad civil, tasas de rodaje al Ayto. de Madrid,
alquiler de equipos profesionales, etc. Pues para poder asumir en parte algunos
de estos gastos, se les ocurrieron diferentes vías: una de ellas fue que la
gente pudiera aportar su granito de arena y formar parte de esta maravillosa
aventura.
Formaron un Crowdfunding en donde
desde cinco euros podrías ser parte de la producción de la película, hasta
quinientos euros con los que conseguirías ser socio del film.
La experiencia está en marcha y ya se ha empezado a rodar en abril de este año. La película se llama Sanfelices y haciendo honor a su título
todos los que allí trabajan se sienten felices de poder colaborar en una producción
única, que saben será la primera de una larga lista de proyectos que se
gestionen de esta manera.
Cuando no hay alternativa, la vida
encuentra el camino.
¿Crees que el modelo cinematográfico
ha cambiado definitivamente?
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